Hoy ha sido un día bastante productivo aquí, en Delicias. Tras varios meses con un problema que no dejaba de rondarnos la cabeza, hoy por fin parece que se acerca la luz al final del túnel.
Uno de los mayores problemas (por no decir el mayor) que presenta la restauración del automotor 9121 es la falta de “normalización”.
Hoy día entendemos la “normalización” como poner orden en el caos. Tecnológicamente hablando, a todos nos suenan acrónimos como “AENOR”, “DIN”, “ISO”, “UNE” (la Soviética “GOST”, aunque menos conocida, mucho más intimidante), etc. Y bien: esto, ¿qué es? Pues son las reglas a seguir para el diseño de cada pieza, componente o conjunto, mecánico, eléctrico, electrónico, etc. Un tornillo tiene una norma asignada. Una arandela, tiene una norma asignada. Un pasador de aletas, una bombilla, un pulsador, una bisagra, una norma cada uno. Y además la norma de un tornillo allen es distinta de la de un tornillo de cabeza hexagonal de la misma medida. Esto da lugar a miles de normas para todo lo que se nos pueda ocurrir.
¿Para qué? Para la ESTANDARIZACIÓN de la producción. Se necesita cierto nivel de estandarización en los componentes que un ingeniero, o varios, o arquitecto, o cualquiera que vaya a diseñar algo destinado a producirse en masa (o en cierto volumen, que los “Zaragozas” tampoco fueron muy masivos) debe ser utilizando los tornillos ya normalizados, los perfiles de acero para construcción normalizados, las bombillas existentes, etc. Porque… si no fuera así, si cada diseñador inventara su propio tornillo, sería completamente imposible producir en masa. Yo, personalmente, diseñaría un tornillo con la cara del pato Donald estampada, para que cuando un tornillo se gripara y no saliera, al menos, me riese.
Pues bien, lo que nos pasa en el Zaragoza es el “qué habría pasado si…..”. Cada repuesto, cada pieza, cada tornillo (literal, verídico, quien no nos crea, que venga a verlo) es de una forma distinta. De un paso distinto. Lo común es utilizar llaves de distinto tamaño para desmontar una misma cosa., lo que supone un esfuerzo brutal. Todo esto porque en los años que el Zaragoza se fabricó la normalización estaba poco desarrollada, en el país que se fabricó, menos, y tras las numerosas reformas sufridas por el ejemplar que nos ocupa, podemos afirmar que tenemos la Torre de Babel de los Tornillos entre nuestras manos.
El radiador que nos encontramos instalado fugaba bastante agua, y aunque daba para arrancar esporádicamente, no ofrecía ninguna seguridad y era imprescindible su sustitución. Cómo no, se trataba de un radiador “ad hoc” metido de mala manera en el escaso hueco entre el gancho de tracción delantero y el motor. Consultados varios proveedores y reparadores de estos inventos, dados precios inabordables para su reparación, finalmente hemos encontrado uno que podría entrar. Y entró.
Hemos tenido que “retocarlo”, cortándole las chapas direccionadoras de aire de su antiguo ventilador, cortándole sus antiguos soportes y soldando a medida de nuestro automotor unos tornillos nuevos, estos sí, de cabeza hexagonal M12 x40 norma DIN 933.
Tras adaptarlo a su nuevo soporte, lo hemos metido en el que va a ser su alojamiento. Y la primera impresión ha superado las expectativas. Ahora está en la sección de «retoques y acabado» -también de favor, claro- poniéndose bonito y adaptando sus tomas originales a los conductos propios del Zaragoza. Esperamos impacientes.
¡Hasta pronto!