Han sido cinco años desde que acordamos con la dirección de entonces del Museo del Ferrocarril abordar la restauración del automotor 9121. No podemos decir que hayan sido cinco años constantes de trabajos porque entre medias han tenido lugar infinidad de actividades y otros tantos trabajos de restauración. Buen ejemplo de ello han sido las campañas en las que hemos participado en el Tren de la Fresa; la reparación –aún por terminar- del tractor de maniobras 301-006; actividades con la grúa autopropulsada y visitas, cursos, etc. Aun así, el “Zaragoza” ha sido un eje principal en nuestro programa de actividades. Desde el primer momento, retirando los elementos podridos por la humedad; analizando circuitos porque no teníamos ni un solo plano o esquema que nos orientara y abordando directamente la reparación o sustitución de muchos elementos.
Cambiaron las directivas del Museo -y sus prioridades- varias veces, y a la vez la apariencia del vehículo. Desde fuera probablemente parecería que lo estábamos dejando peor de lo que estaba: cada vez menos piezas montadas, la carrocería con más agujeros y para colmo con cada pieza que abríamos, cada tapa que levantábamos aparecía un problema nuevo.
En el último año las noticias empezaron a ser más positivas y pudimos arrancar de nuevo el motor con frecuencia; y la neumática iba estando operativa por tramos. A las reparaciones del techo, carrocería y neumática siguieron refrigeración del motor, combustible y cableado eléctrico.
De esta guisa nos presentamos este verano con el objetivo de poder mover el vehículo con solvencia en Puertas Abiertas. Y así ha sido. Ahora se puede contar que este último mes muchos hemos pasado más horas en Delicias que con nuestras familias; que la última noche cerramos el local casi a la una de la madrugada para volver a abrirla a las ocho y media de la mañana. Pero todo ha merecido la pena.
Más de ochocientas personas disfrutaron de un pequeño viaje, aportando además un simbólico donativo para la restauración. El Zaragoza no había tenido desde su reparación una prueba tan profunda: prácticamente una jornada de 10 horas con el motor encendido, trabajando a velocidades muy bajas que apenas permiten una buena refrigeración y que requieren una manipulación de sus mandos –y por tanto de su sistema neumático- casi constante. Y todo con público en un tren en el que se ve todo. Y todo salió bien. Los visitantes salían muy contentos animándonos a seguir trabajando; y los compañeros, incluso los más nuevos cada vez más motivados para seguir trabajando.
Ahora toca revisar todo, analizar cómo han trabajado los distintos elementos y reforzar los que hayamos visto con mayor fatiga. Afortunadamente todo ha funcionado muy bien. Queda decidir el siguiente paso y volver a ponerse la ropa de trabajo para continuar mejorando. Aún resta mucho trabajo por delante, pero estamos con las baterías a tope para seguir adelante.
No queremos cerrar este post sin dar las gracias a toda la gente que asistió a la jornada y participó en la exhibición; a los amigos y conocidos que nos ayudan y han aportado algo; y al personal del Museo del Ferrocarril que ha colaborado y colabora con nosotros; que confió en nuestra asociación para llevar a cabo la restauración y que nos ha permitido –una vez más- formar parte de la Jornada de Puertas Abiertas de 2014.