Este miércoles pasado fue un día de celebración en AREMAF. Lo primero porque hacía mucho tiempo que no nos juntábamos tantos socios en el local, que, dicho sea de paso, se nos ha quedado pequeño.
Y el segundo motivo es que, por fin, después de mucho trabajo, hemos dado por concluida la revisión y reparación del sistema neumático del Zaragoza. Sólo quedan pequeños detalles.
Han sido muchos meses en los que hemos hecho de todo. Lo primero que hicimos fue desmontar el grupo de válvulas de seguridad y de regulación de la presión del circuito. Se nos cayó el alma a los pies cuando vimos la cantidad de óxido, herrumbre y polvo que tenían los tubos y las válvulas por dentro. Eso nos hizo plantearnos la necesidad de revisar todo el sistema y desmontar y limpiar todas las válvulas. Pero para ello teníamos que saber cómo era el circuito del aire. Así podríamos colocar cada válvula en su sitio, repararlas convenientemente, y aprender cómo funcionaba todo.
Armados con cinta de carrocero, rotulador, lápiz y papel, nos arrastramos por debajo del automotor siguiendo todos los tubos, numerándolos y a la vez dibujando sobre el papel lo que íbamos viendo. En un par de semanas estuvo todo listo, y dejamos el automotor lleno de papelitos con números colgando de todos los tubos y válvulas.
Cambiamos el rotulador y la cinta de carrocero por llaves inglesas y grifas y empezamos a desmontar tubos y piezas. Cada pieza iba a una bolsa de plástico en la que metíamos una etiqueta con la situación de cada válvula en el circuito. Y todo ello se metió en el local. Allí, con gasoil y rasqueta, fuimos limpiando cada una de las válvulas. En algún caso cambiábamos la rasqueta por «Lulubelle» (nuestra querida Kärcher) y volvíamos a meter todas las piezas en sus correspondientes bolsas. Nos hicimos con un importante stock de juntas de goma y retenes, y con un bote de grasa para válvulas y nos pusimos manos a la obra para montar otra vez todo. Lógicamente, cada pieza en su válvula.
A la vez, otros socios desmontaban tubos y calderines. Cada tubo se revisaba, se limpiaba y se pintaba, y además, se le ponía su correspondiente etiqueta para poder montarlo en su sitio. Con los calderines se hizo lo mismo, pero con la dificultad de que nos costó muchísimo sacar el calderín principal.
El elemento principal del circuito neumático, el compresor, se sacó, se desmontó completamente, se le cambiaron todos los elementos de desgaste (retenes, juntas, rodamientos, segmentos…) y se volvió a montar en su lugar. También aprovechamos para cambiar el manguito de salida del compresor, que estaba hecho trizas, por uno nuevo.
Con todas las piezas de este enorme rompecabezas listas, empezamos a montar todo en su sitio. y tras el largo proceso de montaje empezamos con el no menos largo proceso de prueba y ajuste. Como aún no tenemos el motor en marcha, no hemos podido producir aire con el compresor del Zaragoza, así que hicimos un invento para poder meterle aire desde fuera. No es más que un acople entre un compresor externo y el manguito nuevo.
Lo primero que probamos y ajustamos fueron la reguladora de presión y la válvula de seguridad, y a la vez, la estanqueidad de los calderines principal y de servicios. Una vez ajustado todo y quitadas todas las fugas que aparecieron (alguna nos dio algo de guerra), pasamos a abrir la llave de paso del circuito de servicios. Y aquí descubrimos nuevas fugas que fuimos eliminando. Y con eso ya empezamos a probar todos los servicios del tren: inversor, acelerador, paro motor, areneros, bocinas… Y la madre del cordero: el freno. Nos apareció una fuga importante en una válvula que hubo que soldar debido a unas fisuras importantes, y eliminar esas fugas nos ha dado bastantes quebraderos de cabeza, pero por fin las hemos eliminado.
Además, hemos comprobado que los cilindros de freno aprietan las pastillas contra los discos, y eso es bueno. Como detalles nos quedarían dos cositas: al cilindro del paro motor se le fue un retén y no actuaba, pero ya lo hemos localizado y sólo hay que montarlo, y el cilindro del embrague hemos comprobado que actúa, pero aún no tenemos el embrague montado.
En otro orden de cosas, hemos empezado con la titánica tarea de identificar toda la instalación eléctrica y comprobarla completamente para cambiar los cables que haga falta. Es una instalación un tanto caótica porque se mezclan en las canalizaciones circuitos de alumbrado y de servicios, pero gracias a nuestro «pito» (una chicharra con una pila y con un par de cables soldados) vamos timbrando e identificando los cables.
Y de mecánica del automotor, poco queda ya. Tenemos que localizar unas abrazaderas concretas para el circuito de refrigeración (nada más que 26). Se ve que las tuberías eran caras en los años 50 e hicieron el circuito de refrigeración a trozos, aquí goma, aquí hierro… En cuanto estén puestas, llenaremos el circuito de refrigerante, llenaremos de gasoil el cacharro, y arrancaremos a ver qué pasa.
Y de momento, con el Zaragoza, hasta aquí puedo leer.
Los trabajos en el memé han sido bastante discretos. Lo único que hemos hecho ha sido prepararlo para poder pasarle la revisión necesaria para el traslado al taller, y ya lo tenemos listo. En cuanto estén todos los permisos y todos los trámites le haremos la revisión (bueno, la hará personal de Renfe, que son los habilitados).
Creo que ya no me dejo nada en el tintero.